Caminar un domingo primaveral en la mañana por el centro, se siente rico, sobre todo por el aire fresco que roza la cara y aclara los nubosos pensamientos de una muy mala resaca.
Entonces, ves los árboles y hueles sus flores de forma casi ridícula, así como un absurdo autocuestionamento sobre la vida y sus cotidianeidades.
Ahí, tras ver "el alrededor", la gente y a uno mismo en ese contexto, en una especie de catarsis, se viene a la mente un poco de todo, un poco de lo último...
Y al momento del reset, empieza todo de nuevo. No siempre se aprovecha de la mejor forma, pero sirve como esperanza de algo mejor. Sí, al menos sirve de esperanza.
Lo otro queda atrás, supongo, en el inolvidable pasado... que siempre ha de tornarse útil.
¿no?
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